El relato contenido en este libro está ambientado en la villa de Laredo durante los días previos a la inauguración del anhelado puente de Treto, en la primavera de 1905, y a lo largo de la festiva jornada de su estreno. Un pueblo pescador, en donde se vivía antaño de, y para, la pesca.
La narración recogida en estas apasionantes páginas está inspirada en antiguas leyendas, arcaicas supersticiones, viejos mitos y creencias devotas de las sencillas gentes del mar Cantábrico. Una población compuesta por curtidos marineros, avezados pescadores y resignadas mujeres. Una pintoresca mezcolanza de clase humilde, pero dotada de grandes habilidades y alma noble, que por lo general aviejaban pronto.
Gentes del mar siempre rodeadas de grandes peligros, siempre luchando a vida o muerte intentando dominar la ferocidad del mar, y en todo momento sufriendo las inclemencias de la tornadiza naturaleza. Para atenuar ese miedo, los pejinos de antaño cohabitaban de forma cotidiana con las supersticiones y las creencias más vetustas y, además, acudían con devoción a la invocación divina, los votos, las promesas y las plegarias pidiendo la protección celestial.
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